Parque nacional de las islas atlánticas I.

17 diciembre 2007

 

PROYECTO FONOTOPÍAS DE GALIZA – SONIDOS EN PELIGRO DE EXTINCIÓN

 

Parque nacional de las islas atlánticas I

Proyecto financiado parcialmente por la Consellería de Cultura y Deporte, Dirección General de Creación y Difusión Cultural de la Xunta de Galicia.

«Este archipiélago está formado por tres islas, la de Monteagudo o Illa Norte, la Do Faro o Illa do Medio y la de San Martiño o Illa Sur.

La isla de Monteagudo está separada de la costa de cabo Home, en la península del Morrazo, por el canal Norte, y la isla de San Martiño está separada de la costa de cabo Santoulo (monte Ferro) por un estrecho conocido como Freu da Porta. Mientras, la isla do Faro ha acabado unida a la isla Norte por una acumulación de arena en la parte interior del archipiélago, en la cara este de las islas, que forma la playa de Rodas, de 1.200 metros. Al subir la marea, el agua pasa entre las dos islas por la cara oeste y, taponada por la playa, se llena la laguna formada entre el arenal y las rocas. El pico más alto se encuentra en la zona norte de la isla de Monteagudo, en el Alto das Cíes, de 197 metros de altitud y tiene una superficie emergida de 434 hectáreas. Vista de la Isla San Martiño desde el faro de la Isla do Medio Vista de la Isla San Martiño desde el faro de la Isla do Medio

Su formación geológica es de finales del Terciario, cuando se produjeron los hundimientos de algunas partes de la costa, con lo que penetró el mar y se crearon las rías. Todas las islas atlánticas son las cumbres de las sierras costeras que quedaron parcialmente bajo el mar y están formadas casi en su totalidad por piedra granítica.

Las tres islas son montañosas con una cara oeste abrupta, con acantilados casi verticales de más de 100 metros y numerosas cuevas (furnas) formadas por la erosión del mar y el viento. La cara este tiene laderas algo más suaves cubiertas por bosques y matorral y se encuentra protegida de los vientos atlánticos, lo que permite la formación de playas y dunas.

Las borrascas atlánticas pasan sobre las islas, descargando al chocar con la costa, por lo que las Cíes reciben más o menos la mitad de lluvia que el resto de la costa de las Rías Bajas.»

Wikipedia

Islas Cíes – Camino de la playa de las Rodas

La electricidad en la isla es generada por motores de gasoil que producen un ruido denso y continuo.

Islas Cíes – Playa de las Rodas desde el cementerio.

Escuchamos el ruido propio de la actividad humana en esta playa tan visitada de la isla.

Islas Cíes – El mar desde el observatorio de aves.

Sonido del mar estrellándose contra los acantilados con gaviotas resonando en el abismo.

Islas Cíes – Camino hacia el faro

Este en un paisaje sonoro de una enorme variedad, en él se escuchan insectos, pájaros, el viento agitando los pastizales.

Islas Cíes – Descampado cerca de la piedra de la campana.

En esta toma se intentó abarcar una amplia área de vegetación montañosa donde una especie de insecto tejía un denso contrapunto armónico.

Islas Cíes – Descampado cerca de la piedra de la campana 2

En este campo abierto pueden escucharse varias especies de insectos dialogando y un pájaro que produce un sonido similar a una rana y después unos chasquidos.

Islas Cíes – Descampado cerca de la piedra de la campana. 3

El que parece ser el sonido de una rana se escucha entre la vegetación, pero después el sonido se desplaza lo que nos indica que no se trata de una rana voladora sino de un pájaro que posiblemente imita el sonidos del anfibio para hacerlo cantar y de esta forma detectarlo para comérselo.

Islas Cíes – Viento en el bosque del sendero hacia la piedra de la campana.

En este bosque elevado el viento mueve las ramas de los eucaliptos y los pinos produciendo un sonido abigarrado.

«Historia

En la antigüedad fueron llamadas Siccae (áridas). Se han encontrado en las Cíes restos arqueológicos que datan la presencia humana sobre el 3500 adC, si bien los restos del primer asentamiento humano de que se tiene constancia son un castro de comienzos de la Edad de Hierro.

Por allí pasaron los romanos, dejando restos como un anillo de oro datado en el siglo II de nuestra era, así como ánforas, cerámica y diversos útiles que se exponen hoy en el Museo de Pontevedra.

En la Edad Media fueron habitadas por monjes de diversas órdenes. En el siglo XI estuvieron allí los benedictinos, que las abandonaron y volvieron a finales del siglo XIII. En el siglo XIV se asentaron allí los franciscanos. También pasó por ahí la Orden de Cluny. De esta alternativa ocupación de las islas quedan como prueba los monasterios de San Estevo en la Isla do Faro y de San Martiño en la isla de su nombre, así como una fábrica de salazón sobre cuyos restos actualmente hay construido un restaurante. Las idas y venidas de los monjes eran debidas a que, por su cercanía a la ciudad de Vigo, el archipiélago era frecuentemente atacado y usado como base de operaciones por piratas turcos y normandos, así como armadas invasoras, como por ejemplo la inglesa, comandada por Francis Drake. Esta situación dura hasta el siglo XVIII, lo que acaba produciendo su despoblamiento.

A mediados del siglo XIX se construye el primer faro en la Isla do Medio, que acaba llamándose Isla do Faro. En esa fecha las islas ya volvían a estar pobladas por algunas familias que se dedicaban a la pesca y a la ganadería ovina y caprina.

En los años 60 del siglo XX las islas se despueblan de nuevo, esta vez definitivamente. En los 70 y 80 comienzan a ser utilizadas como destino de descanso al que, sobre todo la gente joven de la zona, acudía en busca de naturaleza, mar, sol y libertad, lejos de la vigilancia social y familiar. Entonces en toda Galicia se practicaba la acampada libre.

La presencia masiva de personas y el resto de agresiones medioambientales, como la importante actividad industrial en la ría, los emisarios submarinos evacuando aguas con escasa o nula depuración… hacen que las islas sufran una rápida degradación.

Actualmente sólo están ocupadas por los servicios del parque, camping y restaurante y el acceso está restringido a un máximo de 2.200 personas diarias.

Las Cíes pueden también testimoniar el hundimiento de pesqueros que en muchas ocasiones se han saldado con la pérdida de numerosas vidas. En Punta da Galeira una cruz recuerda el hundimiento del Ave do Mar de Moaña, que ocurrió en 1956 y arrojó el terrible saldo de 26 tripulantes muertos. En la madrugada del 28 de enero de 1978 encalla en las Cíes, tras salir del puerto de Vigo, el barco congelador-factoría Marbel. Tras más de doce horas agarrados a las rocas bajo el temporal, son rescatados nueve tripulantes y se da por desaparecidos a 27. El 14 de febrero de 1979 se hunde a 35 millas de las islas el François Vieljeux, con 28 tripulantes a bordo y las esposas de tres de ellos. Sólo ocho son rescatados con vida.

Actual situación medioambiental

A pesar de la protección del archipiélago, éste se ve afectado, como el resto del parque y toda la costa gallega, por la preocupante contaminación existente. Una importante actividad industrial, los emisarios submarinos y el puerto comercial y deportivo de Vigo, con el intenso tráfico que genera, hacen que la ría y la zona estén contaminadas por metales pesados. También se encuentran en varias playas de la ría, concentraciones elevadas de coliformes fecales. Muchas de estas playas pierden arena a excesiva velocidad.

Mención especial merece el tráfico de petroleros frente a la costa gallega, que supone, con su actividad normal, una importante fuente de contaminación, agravada por la frecuente e irresponsable limpieza de sus tanques a su paso. Además, la climatología, lo abrupto de las costas y la escasa atención a la necesidad de renovar las flotas, hacen que con frecuencia se produzcan accidentes de grandes mercantes o petroleros que contaminan gravemente las costas gallegas.

Los más recientes e importantes desastres son los del Polycommander, que se estrelló en las Cíes en 1970 y vertió 50.000 toneladas de crudo; el Urquiola, que embarrancó en La Coruña en 1976 y vertió 20.000 toneladas de crudo; el Andros Patria, que sufrió un incendio a la altura del cabo Ortegal en 1978 y vertió 200.000 toneladas y dejó como saldo la muerte de 34 de sus 37 tripulantes; el Mar Egeo, también en La Coruña, y el Prestige, en 2002. De todos ellos, el del Prestige ha sido el más grave y, por su cercanía en el tiempo, el que todavía deja notar sus consecuencias.

El hundimiento del Prestige

A los pocos días del hundimiento del petrolero Prestige, el director de Parques Nacionales reconoció que, en una primera oleada, el 85% del parque nacional resultó afectado. Con posteriores oleadas, la cifra llegó al 90%. Las Cíes se vieron afectadas en un 30%. Las islas que forman el parque fueron la barrera natural que frenó la entrada del fuel en las Rías Baixas.

El impacto no solo afectó al medio ambiente, sino que tuvo importantes consecuencias económicas y sociales. Esto generó la mayor respuesta social al hundimiento de un petrolero en Galicia.

Hay que diferenciar entre el impacto visual y el impacto medioambiental. Las imágenes más espectaculares que nos llegaron fueron las de los acantilados y las aves afectadas, pero también se vieron afectados los mamíferos marinos y toda la cadena trófica marina, desde el placton, que morirá por la ausencia de luz o envenenado, hasta el resto de la pirámide, que padecerá los efectos directos del fuel y la falta de alimento.

Las tareas de limpieza también supusieron un atentado al medio natural por la forma incorrecta en que se realizaron, arrastrando todo ser vivo que quedaba en las rocas, las crías de moluscos en los arenales e invadiendo los lugares de nidificación y alimentación de las aves.

A los 6 meses del desastre, el Ministerio de Medio Ambiente reconocía que el 52% de las playas del parque natural seguían afectadas por capas enterradas de fuel. Un año después seguían afectados los fondos marinos con la desaparición de importantes bosques de algas, playas, dunas y acantilados, calificándose de «grave» la situación.

El tiempo pasa y la noticia ya no ocupa las primeras páginas, pero continúa habiendo aves rociadas de petróleo en los centros de recuperación, la regeneración medioambiental es muy lenta y el impacto social en el empleo continúa. Falta por saber cuáles serán a medio y largo plazo las consecuencias en la cadena alimentaria para la especie humana.

Se calcula en décadas el tiempo para que los ecosistemas costeros y marítimos puedan recuperarse, si bien la recuperación nunca será completa.»

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