Sonosfera de Madrid. Solta de Globos-orella no CBA de Madrid

6 mayo 2008

El micrófono es el oído de todos
R. G. de la Serna

Escucha! o tu voz te volverá sordo
Proverbio Chino

Escuchar supone enfrentar nuestro tímpano y como acto de voluntad sólo es posible a partir del instante en el que nos desposeemos de la infinidad de velos/filtros que nos aíslan de la sonoesfera que habitamos. La expansión de nuestro oído hacia límites cada vez más difusos ha posibilitado que los sonidos marginales adquieran el valor reivindicado desde posturas distantes, e incluso enfrentadas, que articularon discursos y prácticas como el “arte de los ruidos” futurista, la panauralidad de John Cage, los trabajos Acusmáticos, el Deep Listening, las estéticas minimalistas digitales asociadas al glitch, el ruidismo más exacerbado o los planteamientos derivados del field-recording, ya sea en una dimensión puramente acústica o en la búsqueda de una ética ecoacústica.

La interferencia, como el ruido, perturba el espacio radiofónico, se enfrenta de forma vírica a la formalización del sonido que se emite, pero simultáneamente puede generar nuevos contextos de escucha, nuevos contenidos no premeditados que como ready-mades adquieran un valor estético. El silencio -como ausencia de emisión-, el ruido blanco, el choque de frecuencias… pueden, de este modo, analizarse como parte de un paisaje sonoro que es posible recorrer, tensando la idea de flanerie acústica que para Adorno se hacía posible manipulando el dial, para revelar nuevas geografías y crear nuevos espacios. Introducir, en tiempo real, los sonidos del entorno en un contexto radiofónico no como fondo o periferia, sino como centro, supone convertirlos en contenido y multiplicar un espacio acústico por la infinidad de nodos en los que se escucha, hacer de la deslocalización y de su efecto esquizofónico un medio para reactivar nuestro oído.

Como parte de la estrategia del Proxecto Edición (CGAC/MARCO/Fundación Seoane) centrada en representar el arte contemporáneo más allá de un espacio delimitado por la arquitectura expositiva de los Centros de Arte, el colectivo Escoitar.org propuso una audioacción para radio en la que el micrófono se convierte en la extensión del oído, en prótesis, al tiempo que un evento, un acontecimiento sonoro, ocupa el centro de la emisión. El sonido recogido por un micrófono fue transmitido por un emisor de radio transportado por 1000 globos que se soltaron desde el Circulo de Bellas Artes. Esta transmisión se pudo escuchar en tiempo real en el programa dirigido por Tomás Fernando Flores, Siglo XXI, con una duración determinada exclusivamente por el tiempo de conexión entre el circuito emisor y el receptor, generando un acontecimiento sonoro que desaparece a medida que la señal se aleja y se deteriora.

Con Sonosfera se celebró la condición y esencia efímera del audio, se asume así la acción artística eventual como experiencia en el marco de un acto poético superponiendo el espacio y la distancia al tiempo y asumiendo la indeterminación, igual que lo había hecho John Cage, como el resultado posible de un proceso abierto.

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